Restructuración de la empresa, crisis mundial, no vendimos como esperábamos y prescindimos de tus servicios. Así, o con un argumento parecido te despidieron de tu trabajo. Todavía no caíste. Llega el lunes y te parece extraño no levantarte temprano para ir a trabajar. Hasta te parece que está bueno, parar un poco con la vorágine y tomarte un break. Te propones disfrutar de las cosas que nunca haces porque no tenes tiempo: ir al gym, dedicarle tiempo a tus hijos, irlos a buscar al cole y hablar con las “mamás de la puerta”, visitar a tus amigos más seguido, ir al cine, cocinar alguna de las recetas que venís coleccionando, miles de cosas… pero no podés pensar en nada futuro porque estás tan concentrada en tu pasado que era tu presente hasta hace tan poco. Entonces no hacés nada.
No hacés nada y pensás en lo que representaba tu puesto y lo que te costó llegar a él. Pensás en tus compañeros, en los que querías y en los que no. Pensás en el lugar de trabajo, tu escritorio, tu oficina, el barrio, el lugar donde ibas a comer los mediodías. Pensas en el sueldo que tenías, en el banco que tenías, en el proyecto que tenías, en el futuro que tenías... y ahora nada.
Entonces qué hacemos? Empezás de nuevo: Para emprezar, te levantás de la cama y te vestís, aunque no salgas de tu casa. Dejás de llorar y si sos mujer, te maquillás. Te armás una agenda, hacés llamados y te empezás a educar en las prácticas de este nuevo trabajo que consiste en conseguir un nuevo trabajo. Te impones un horario para cumplir en tu nueva oficina – que es tu compu – y te seteas objetivos. Generás un sistema de seguimiento de tus contactos, de tus llamados, de tus emails, y te vas midiendo en tus resultados. Y mientras tanto dormís mejor y lo disfrutás. Escribís acerca de lo que aprendiste y de lo que seguís aprendiendo y aprovechás esta oportunidad para empezar de nuevo.